martes, noviembre 11, 2003

Me desespera ir los martes al súper. No encuentras estacionamiento, no encuentras carrito para el mandado, toda la fruta y la verdura esta magullada de tanto apretón que la gente le da, el tránsito en los pasillos parece Constitución en hora pico y las filas en las cajas son interminables. Nunca falta la señora que reclama porque el precio es 50 centavos mayor que en otro lugar, o no entendió bien una oferta, o no contó los vales de despensa y ahora no sabe como completar el pago, o que tal el niño que no para de llorar porque quiere que el compren un dulce. ¡No, no!, esto es demasiado para mi paciencia.
A mi me gusta disfrutar el tiempo mientras hago las compras de mi despensa. Me tomo mi tiempo, con calma, porque generalmente no llevo lista (si la hago pero siempre se me queda en casa) y tengo que ir pensando que es lo qué voy hacer, qué me hace falta, qué necesito (también compro lo que no necesito), qué se me antoja y qué fue lo que mi querido retoño me encargo.
A veces le doy dos vueltas a cada pasillo por si algo se me escapa o se me antoja. Me gusta que los pasillos estén libres sin tanta gente para poder elegir a gusto cada cosa y llegar a la caja y pagar tranquilamente sin hacer mucha fila y sin que nadie me presione. Me tomo mi tiempo para saludar a la persona de la caja yal que empaca, para pagar y para despedirme de los dos, y por supuesto que también para darle su propina al paquetero. Siempre me despido con una sonrisa y cuando me la devuelven me siento muy bien.
Por eso yo voy al súper cualquier día menos el martes.

Martes de Mercado

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