lunes, octubre 06, 2003

Este fin de semana mi cámara digital me abandonó, más bien sufrió un secuestro, y lo peor de todo es que no creo que quien la tenga pida un rescate por ella. Yo estaría dispuesta a pagar lo que pidiera porque ella me había acompañado en momentos muy especiales, fue testigo de viajes, fiestas familiares, reuniones, conciertos y una que otra noche de parranda.
Desapareció de mi carro, de su estuche, solo dejaron un par de baterías usadas y dos tarjetas.
Esta situación me duele, sobre todo porque me hace pensar cosas que no me gustan, pero que puedo pensar si la cámara estaba en el carro dentro de su estuche y después resulta que el estuche aparece en el piso debajo de un asiento y sin la cámara. En el carro íbamos cuatro personas, es triste pero solo puedo sospechar de una de ellas, es más triste porque no estoy segura y no me gusta pensar mal de la gente, pero ya le di vueltas y vueltas al asunto y no encuentro otra explicación.
Sea lo que sea, las cosas nunca volverán a ser igual.

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