lunes, mayo 10, 2004

Me siento orgullosa de ser mamá, sé que no soy la mejor de las mamás y que estoy muy lejos de serlo, pero nadie me enseñó como sé hacer para ser mamá, lo voy aprendiendo sobre la marcha, ya llevó casi 16 años intentándolo y no he recibido ninguna queja de mi adorado retoño, aunque si muchas observaciones de quienes están a nuestro alrededor, es decir, familiares, amigos, vecinos y otros. Yo tomo lo que creo me sirve para mejorar pero a veces creo que la gente no comprende la relación madre-hijo que nosotros llevamos. No es una relación común, yo intento ser más su amiga que su mamá y sé que por eso a veces no tengo todo el respeto que debería tener, pero también me pongo a pensar si a veces no confundimos el respeto con el miedo, yo sé que él no me tiene miedo y eso me gusta, porque no quiero que me lo tenga, quiero tener su confianza, que me cuente sus cosas y que me de sus opiniones sobre lo que yo le cuento de mi.
Mi retoño es mi tesoro, me encanta estar con él, me gusta verlo reír y escuchar que me cuenta de sus amigas y sus amigos, me gusta saber que tiene muchos sueños y le ruego a Dios para que llegue a realizar todos esos sueños. Quiero verlo feliz, triunfando en lo que él quiere hacer y no imponerle algo porque a mí me gusta. Quiero que sea libre, para que regrese cuando él quiera y no cuando yo se lo pida.
Algunas veces me llega la nostalgia y quisiera verlo otra vez como cuando era niño y me veía con esos ojos tan grandes y hermosos que tiene, como sonreía cuando le compraba algún juguete o lo llevaba a donde él quería, como nos divertimos juntos cuando íbamos a comer, al cine y de compras, cuando todavía me dejaba que lo llevara de la mano y le diera besos en los labios. Lo extraño, pero así es la vida, hoy extraño que ya no sea un niño, y mañana extrañaré que ya no este a mi lado todos los días.

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